En 1992, una mujer llamada Karen Wallace, una joven empresaria de Silicon Valley, se topó con lo que creía que sería la mejor ganga. Una pequeña empresa de software, que necesitaba dinero desesperadamente, lanzó una campaña promocional que ofrecía “Almacenamiento en la nube ilimitado de por vida” por un pago único de 500 dólares. En aquel momento, el almacenamiento en la nube era un concepto relativamente nuevo y la mayoría de la gente no veía la necesidad de más de unos pocos gigabytes. La empresa suponía que los clientes solo utilizarían el almacenamiento para archivos personales, como fotos y documentos.



Pero Karen, una visionaria de la escena tecnológica en sus inicios, reconoció el potencial. Compró el plan y comenzó a utilizar el espacio ilimitado en la nube para realizar copias de seguridad no solo de sus datos personales, sino también de los archivos de datos masivos generados por su empresa emergente, que se especializaba en el desarrollo de software y la renderización 3D. A medida que su empresa crecía, también lo hacían sus necesidades de datos, pero gracias al acuerdo, nunca más tuvo que preocuparse por los costos de almacenamiento.



Con el paso de los años, las necesidades de almacenamiento de Karen aumentaron a medida que comenzó a ofrecer copias de seguridad gratuitas en la nube a sus clientes como beneficio por trabajar con su empresa. Se corrió la voz y pronto sus clientes estaban almacenando terabytes de datos en su cuenta: desde videos y animaciones hasta bases de datos completas. En 2005, los servidores de la empresa de software albergaban más de 1200 terabytes de datos vinculados únicamente a la cuenta "ilimitada" de Karen.



Para entonces, la pequeña empresa de software había sido adquirida por una corporación tecnológica más grande, que no se dio cuenta del verdadero alcance del uso de Karen hasta que comenzó a revisar los costos del servidor. La empresa calculó que el contrato de por vida les había costado más de 2 millones de dólares en tarifas de almacenamiento y mantenimiento del servidor. Intentaron comunicarse con Karen para renegociar los términos, pero ella se mantuvo firme y señaló que el contrato prometía explícitamente almacenamiento ilimitado de por vida.



En 2010, la empresa decidió tomar medidas drásticas. Le enviaron a Karen un aviso de que su cuenta había sido cancelada debido a un “uso excesivo y comercial”, citando una cláusula del acuerdo que, según afirmaban, les permitía revocar el servicio en esos casos. Sin embargo, Karen no se echaba atrás en una pelea. Presentó una demanda, argumentando que la empresa estaba incumpliendo su palabra. La batalla legal duró años, con blogs de tecnología y foros de negocios hablando del caso.


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Aunque Karen acabó llegando a un acuerdo extrajudicial por una suma considerable, el caso se hizo famoso en los círculos tecnológicos. La oferta de “almacenamiento ilimitado en la nube” se suspendió rápidamente y sirvió como una poderosa lección para las empresas sobre los peligros de ofrecer servicios ilimitados de por vida en un mundo en el que las necesidades de tecnología y datos crecían exponencialmente.